Era ya noche cerrada, los chicos llevaban aquí muchas horas de fiesta. Habían ido a la discoteca, y ahora volvían por una estrecha carretera oscura de camino al pueblo.
El silencio era total, ni los más ruidosos seres vivos osaban perturbar aquella noche de Halloween.
Meredith iba en cabeza, intentando captar la poca luz que llegaba desde la Luna menguante que flotaba en el cielo.
Un ruido la hizo detenerse, lo que provocó que los demás chocaran uno detrás del otro.
-Meredith, ¿por qué te paras?- se quejó Rosalie desde atrás.
-Mirad allí. Recordáis haber visto alguna vez esa casa?
Todos se quedaron callados. Era verdad, no les sonaba a ninguno haber visto nunca aquella enorme casa. El caso es que pasaban por allí muy a menudo y todos buscaban una explicación lógica por la cual nunca hubiesen divisado aquella construcción.
-Vamos a echar un vistazo haber si vive alguien- propuso Marc, con esa nota en su voz del desafío que tanto le gustaba.
-Estás loco. ¿Será una broma verdad?- repuso Rosalie.
-No creo que lo diga en broma- le respondió Sam.
Con algunas objeciones, el grupo al final se dirigió hacia la casa, por un estrecho camino. La ruta no era difícil, pero la oscuridad la volvía bastante traicionera. Fueron muchos los tropezones en toda la caminata. Sin embargo, en una escasa media hora estaban frente a la casa.
Parecía bastante antigua. La madera presentaba un aspecto desgastado, los cristales estaban polvorientos y las plantas cubrían con desorden lo que antes fue, sin duda, un precioso jardín. Se acercaron hasta la puerta, llamaron, y esperaron. Momentos después, la puerta se abría, chirriando, monstrando un oscuro y silencioso interior.
Continuará...
Continuará...
